Homenaje Póstumo



Se me han muerto los ojos y los pasos,
la cotidiana agonía al fin se acaba,
se marchan las sombras de mis ojos
y quedo sin banderas para agitarle al tiempo.

Se me han muerto la piel y la sonrisa,
el punto final ha sido consumado,
las esquinas rotas ya no suspiran
y el viento se fue buscando mi fantasma.

Se me han muerto las ganas y el anhelo,
sobre el borde de lo fui no quedan segundos,
el manto negro me cubre los pies
y el polvo se aleja de las lágrimas.

Se me han muerto las fuerzas y las manos,
en la mancha que cabalgaba la luz
sólo hay un resto de melancolía
y las huellas desmienten mis días.

Se me han muerto las caricias y los temblores,
el rumor del olvido grita fuerte esta noche
en el fondo de mis tristes sienes atormentadas
y el frío entra hasta al alma inclemente.

Se han muerto los gestos y las promesas,
todo el vacío se arrincona en mi lecho
lleno de cicatrices con figuras exactas
y la mañana ya no es un buen augurio.

Se me han muerto los ojos y los pasos,
y la piel y la sonrisa, y las ganas y el anhelo,
se me han muerto las fuerzas y las manos,
y las caricias y los temblores, y los gestos y las promesas.

Señores... he muerto.



Agonía




Veo al tiempo moverse,

caminando en esa calle que se bifurca
entre el desamparo y del dolor.

El eterno asesino de ilusiones
llora lento con espasmos comprimidos.

Agita derrotado su bandera blanca,
en su otra mano hay un abismo insondable
que ya no le cabe en la mirada.
sólo las sucias lágrimas
y un desgarrado lamento.

Perdido el ritmo monocorde de su marcha,
se pudre en sí mismo y se oculta la cara.

Languidece trémulo
en recuerdos párvulos
pero homicidas.

Los ojos se le hinchan de miedo,
todo presagio le fue arrebatado,
asoman las fauces sus muertos
y se acomodan en primera fila
para verle las heridas.

Tropieza en sus pasos
y se abandona a su suerte,
exhala un sollozo
y se dispone a morir en mi almohada.