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A veces la tarde me pinta un silencio amarillo,
con brasas muertas entre las hojas de guarumo,
con tintineos inacabables entre las manos de las nubes,
con margaritas desgraciadas llorando jamases.
El humo me intoxica la visión,
el frío entra por la ventana
y me vuelvo una fuga de grieta
por donde evado las miradas.
Recorro paisajes que se acabaron,
trato de llenarlos con rocíos de madrugada,
araño pieles hechas de aire y ceniza
y tropiezo con mi sombra que yace en la pared.
Los ojos se llenan de estrías
y todo huele a corona de muerto,
a hastío, a repudio contra mi memoria...
A veces no siento los brazos,
se incinera mi ser en los adentros,
se deshacen mis huesos a fuerza
de lágrimas secas reincidentes.
Evado los reflejos, todos,
como si fueran la daga asesina,
me perturban las ideas de un escape,
letal, inhumano...
Cuelgo de nuevo la ropa sobre mi sombra,
cubriendo las llagas de esta soledad,
me habitan temores,
me rompe en lluvia ácida el cielo.
El auxilio que no llega, que se esconde...
Me juega bromas mi ánimo,
me miente mi sonrisa...
A veces... tantas tardes,
se me han fugado los espejismos,
el resplandor de un vidrio
me obliga a tantearme el alma,
a buscarme entre los párpados
un pedazo de una caricia,
un roce, uno lejano.
Vago en mis monólogos absurdos,
recordando el filo del espejo,
buscando una geografía conocida
que dibujé en siglos ajenos.
Todo es vano: la brisa,
el llanto de afuera,
los caminos de salida,
la ruta desconocida,
los nombres de hace tiempo.
Me inventaré un sueño esta noche,
cargado de gotas espesas
que ahoguen este silencio amarillo...
![](http://images.safecreative.org/work/0808290932342/label/barcode-72)
con brasas muertas entre las hojas de guarumo,
con tintineos inacabables entre las manos de las nubes,
con margaritas desgraciadas llorando jamases.
El humo me intoxica la visión,
el frío entra por la ventana
y me vuelvo una fuga de grieta
por donde evado las miradas.
Recorro paisajes que se acabaron,
trato de llenarlos con rocíos de madrugada,
araño pieles hechas de aire y ceniza
y tropiezo con mi sombra que yace en la pared.
Los ojos se llenan de estrías
y todo huele a corona de muerto,
a hastío, a repudio contra mi memoria...
A veces no siento los brazos,
se incinera mi ser en los adentros,
se deshacen mis huesos a fuerza
de lágrimas secas reincidentes.
Evado los reflejos, todos,
como si fueran la daga asesina,
me perturban las ideas de un escape,
letal, inhumano...
Cuelgo de nuevo la ropa sobre mi sombra,
cubriendo las llagas de esta soledad,
me habitan temores,
me rompe en lluvia ácida el cielo.
El auxilio que no llega, que se esconde...
Me juega bromas mi ánimo,
me miente mi sonrisa...
A veces... tantas tardes,
se me han fugado los espejismos,
el resplandor de un vidrio
me obliga a tantearme el alma,
a buscarme entre los párpados
un pedazo de una caricia,
un roce, uno lejano.
Vago en mis monólogos absurdos,
recordando el filo del espejo,
buscando una geografía conocida
que dibujé en siglos ajenos.
Todo es vano: la brisa,
el llanto de afuera,
los caminos de salida,
la ruta desconocida,
los nombres de hace tiempo.
Me inventaré un sueño esta noche,
cargado de gotas espesas
que ahoguen este silencio amarillo...