Presagio de Incertidumbre




Esta es una esquina:
aquí se rompe el equilibrio.

Miro a través de mis puños vacíos:
el tiempo es un leproso
que camina descalzo
en medio de esta penumbra.

Se reitera ese lamento amargo
en el vaso que me separa de lo real.

El ojo de la tempestad
me observa con calma
y se desprenden húmedas brasas
del fondo de mi mirada.

La absurda tranquilidad
me besa en la boca
con sus labios rotos de sal.

Todo ha quedado vacío...

Es la noche una mancha
que se esparse frente a mí,
que amenaza con tocarme,
que me mira y sonrie.

Amordazada de nuevo,
la ira, llora a mis pies...
inmóvil, presagiando
la incertidumbre.

Soy el retraro sepia
de otro intento roto en dos
que ve fijamente los ojos de la nada.

Esta es una esquina:
aquí ya no me escondo...
¡todo ha quedado vacío!

Atemporalismos

















Al fondo de la habitación vacía
se desangraba por una grieta
el viejo reloj de péndulo.

Los segundos se resbalaban silenciosos
atraídos por el fondo de la nada.

Vestido con rigor mortis
el tiempo miraba incrédulo
las paredes contraídas.

La mueca cotidiana del cristal
se hacía grande...

Bastedad, horizontes...

Columnas de humo crepitando.

Se erguían las ruinas
sobre las manos secas
de aquellas figuras
que danzaban al ritmo del silencio.

Un estruendo, entonces,
un grito que cortaba el aliento.

Recorrieron los gestos
los suburbios de mi mente,
arrastrándome al rincón
donde duermen las auroras.

El pulso se desvanecía lento,
me abandonaba allí:
en la parálisis del frío.

Las notas de aquella voz
desataron los temblores,
se apoderaron de mi soledad.

Indignados los recuerdos
se marcharon con su eco
¿podría, la eternidad,
plasmarse en un beso?




Sucede que a veces la vida....

Sucede que a veces
el tiempo se hace nada,
y lo cargamos
a las espaldas indiferentes,
y la vida que se queda
en cualquier estación
agitando su pañuelo.

Sucede que a veces
me lloran las sonrisas
y el cielo tiene señales
de derrotas consumadas
para la vida que se duerme
a un costado de mi desesperción.

Sucede que a veces
la caricias intoxican
y envenenan los besos
que colman mis manos de vacíos
dejando a la vida arriconada
contra miradas equivocadas.

Sucede que a veces
me diluyo en medio de
espejismos transversales
que une los extremos
de una cuerda imaginaria
que sofoca a la vida
y la deshace en desvelos.

Sucede que a veces
me trasformo en un eco
angustioso y malintencionado
gritando nombres desconocidos,
que arrastra la vida
hacia inhóspitos destierros.

Sucede que a veces
colecto desagradables
recuerdos y los vuelco
en medio de mi delirio
haciéndole a la vida
una herida de muerte

Sucede que a veces
desvisto mis dudas
y las dejo a plena luz
sentadas y expuestas,
entoces...
entoces la vida
vacila y se va...




De tu cuerpo y tu sabor




















Comenzado por tus labios
con pose de inocencia,
ocultando silenciosos
las espadas de tus dientes.

Tu cuello cual remanso,
solitario,
un rincón desesperante,
casi un puente.

En tu pecho aún sin frío,
que desemboca en el abismo
coronado por tu ombligo.

Déjame y me detengo,
en tu cuerpo,
casi al medio,
justo donde tus sabores toman vida,
donde se quema mi lengua,
donde me quedo adherida

Sigo,
que me gusta
tu sabor en mis labios,
tus ojos cerrados
y tu cuerpo temblando.

La noche entera
para que dure este contacto,
dos más para recordarlo en vela,
tres nuevas para desesperarme,
y una sola para quedarme
con tus ganas en mi boca
y con mis manos en tu cuerpo.

Correr los velos sin disimulo:
estas ganas que me queman,
se aburre mi cuerpo en la cama,
maldita condena:
sin tocarte por las noches,
sin quitarme los antojos
de esta lengua que se seca
sin tu cuerpo sudoroso.

Un incendio dentro de las venas,
mis piernas tiemblan de ansias...
trae tu cuerpo a mi cama alguna madrugada...




Humedad....
















Tras el cristal se consuma la incertidumbre:
llueve furiosa la noche
anegando mis pensamientos.

En el reflejo soy la sombra
de labios agrietados
que desgarra en silencio
un minuto que se ha quedado
detenido frente a mis ojos.

Una noche que no avanza,
que lleva en sus entrañas
presagios angustiosos.

Mi mente se dispersa
ante lo inevitable:
la soledad con tu nombre.

Bailan las notas
de un bandoneón en queja
que repite tus besos.

Tan quedo susurra el aire...

Me miro desde fuera
y me tomo de la mano
queriendo deshacer los días,
reacomodarlos en torno a tu boca.

Tanto silencio...

Tanto silencio y tanta lluvia.

Se parecen estos segundos,
uno y otro
tienen el mismo tono,
el mismo rostro,
el mismo aroma.

Mis pasos
se quedan detenidos
junto a mi sombra:
ese reflejo
que miro callada.

Duerme la vida,
sueña mis sueños
y me deja vacía.

Ahora recupero el aliento
que perdí en un beso
que acuné en tus labios.

Hoy tendré la calma suficiente para llorar...

Un minuto de silencio



Un minuto
para acabar con el tormento,
esta noche muero cantando,
ya sin máscaras me presento:
soy apenas un recuerdo.

Un minuto
la noche pasa en vela
tras tus ojos de fantasma
tras tus manos sin entrañas
tras tus pasos sin presente.

Un minuto
y casi muero desgarrada
una mentira mal disfrazada
un forzoso silencio en la garganta:
en tu mirada aprisionada.

Un minuto
un disparo de cañón
una sonrisa a la mitad de la vida
tu mano en mi frente
tus manos... y todo tu ser...

Un minuto
para darle muerte al silencio
ese que arde por dentro
ese que rompe el sociego
ese que estafa sin palabras.

Un minuto
cómplice de un te quiero
el resto ya no importa:
queda mi vida entera para seguir callando
queda mi vida entera para seguir muriendo.




Síndrome de Tristeza


"No hay melancolía más gris que tu ausencia"




Siento que este día
caigo, por tocarte,
en un callejón sombrío,
lejos de cualquier razón.

Saltar por la ventana
buscando un asomo de pasión
por tu cuerpo abatido,
todo sin calor.

Y si a lo largo
de mis días
un asomo de tu risa
brinca y me agita,
busco una salida:
una puerta decaída.

Ando por lo absurdo
sin intención de mantenerme
en el abismo de tus ojos,
siendo luz que se marchita.

A tientas y en desánimo
abandono esta noche mi osadía
en un sueño tal vez te tuve,
eras fuego que no consume.

Una sonrisa sobre altares
buscada de rodillas,
el reflejo de los años
y mis pasos de puntillas.

No movieron tus palabras
los simientos de mis días
tantas alegrías malgastadas,
unas cuantas noches de caricias.

Buen final
para esta historia sin comienzo,
acabo con mi intento de mentira:
te pegaste al fondo de mi alma...
y yo pensando que no tenía...