Esta es una esquina:
aquí se rompe el equilibrio.
Miro a través de mis puños vacíos:
el tiempo es un leproso
que camina descalzo
en medio de esta penumbra.
Se reitera ese lamento amargo
en el vaso que me separa de lo real.
El ojo de la tempestad
me observa con calma
y se desprenden húmedas brasas
del fondo de mi mirada.
La absurda tranquilidad
me besa en la boca
con sus labios rotos de sal.
Todo ha quedado vacío...
Es la noche una mancha
que se esparse frente a mí,
que amenaza con tocarme,
que me mira y sonrie.
Amordazada de nuevo,
la ira, llora a mis pies...
inmóvil, presagiando
la incertidumbre.
Soy el retraro sepia
de otro intento roto en dos
que ve fijamente los ojos de la nada.
Esta es una esquina:
aquí ya no me escondo...
¡todo ha quedado vacío!