"Pero estoy solo en mi pieza, caigo en artilugios de escriba, las perras negras se vengan como pueden, me mordisquean desde debajo de la mesa. ¿Se dice abajo o debajo? Lo mismo te muerden. ¿Por qué, pourquoi, why, warum, perché este horror a las perras negras? (...) Tengo miedo de ese proxenetismo, de tinta y de voces, mar de lenguas lamiendo el culo del mundo". Julio Cortázar

Y de pronto las palabras salen como borbollones...
revientan de angustia a los tinteros,
agrietan renglones, rompen los papeles. 

Palabras de ira.
Mimosas.
Palabras excomulgadas.
Palabras de caricias.

De llanto guardado.

Hacen nudos gordianos en la garganta,
soplan buenas nuevas en la nuca.

Quiebran las pupilas, 
evacuan abismos.

Palabras dañadas. Maltrechas.

Palabras renaciadas, palabras que sonríen tercas.

Cantan valsecitos irritantes, 
detienen el tiempo en alguna mirada.

Vuelven de lejos, de donde no me llevaron.

No me cuentan sus historias, 
hacen magia tras los velos.

Me abrazan. Me muerden. 
Me lloran. Me llueven. 
Me alzan. Me crucifican. 
Me tienden. Me arropan.

Palabras que fueron. 
Palabras que inventan.
Palabras que manchan mis dedos.

Palabras que me sueñan, soñándolas yo a ellas.

Palabras unidas, palabras tiernas.

Palabras que me escupen, me atan. Me violan.

Palabras como brisa corriendo mi cabello.

Palabras que las sueño.


Palabras que reinvento.

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