Recovecos de algo que fui



A veces me sorprendo con las manos llenas de olvido,
con un espacio deshabitado donde cantan los ecos,
donde el tiempo se hace pequeño y los pasos anchos.

Los días grises desfilan
como un sinfín de pensamientos ateridos
en este rescoldo de ayer.

Se juntan los silencios en el centro de las pupilas,
naufragan las palabras por los peldaños
que dibujan los tic tac de un péndulo sordo.

Oh, la tristeza que se agrieta de frío.
El abismo caído de tu boca,
donde el viento es enemigo de toda esperanza.

Este vacío de llanto,
que ya no es miedo, que ya no es soledad.

Todo se ha vuelto desidia.

Inercia de manos que siguen el hilo de una nada
que me revolotea en la sien,
que grita con espanto en mi oído.

Y afuera todo es ajeno, lejano...
Las calles que no se cruzan con tus ojos,
los pasillos de laberinto donde se arrastra
toda esta falsedad pintada de rojo.

Tantas ventanas que se arrugan con su reflejo,
nos acusan de la palidez de estos días en espiral,
nos miran con ojos que tiemblan, que mueren, que ahogan...

La rabia contenida bruñendo lágrimas añejas,
atando los cabos de todo lo que fue bajo tus pestañas.
Se queda pendiendo de un susurro todo intento,

Esta ciudad deforme, se contrae, nos traga y nos pierde.
Nos dicta rencores arrancados de la piel,
cada esquina nos roba la mirada,
como si los neones crepitaran al pasar.

De pronto todo es humo, destello de algo fugaz,
luz reflejada en un charco.
Bruma. Sombra continua que mancha con salitre
los muros y las ganas.

Vuelta atrás las hojas de una historia en desorden,
de este pacto a medias,
este sueño ambarino de días y desaciertos.

2 comentarios:

Juan Pablo Ulate dijo...

juas....

pase a dar vuelta y saludar,
ya pareces pro,
dema buenos esos versos

jp

Una más con cáncer dijo...

Gracias, Pablo.
Contesto tarde, pero seguro. =P